Madre Mazzarello, tenía una amistad con Jesús, que ella cuidaba con tanto cariño. Madrugaba mucho (se levantaba a las cuatro de la mañana), dejaba preparado en casa todo lo que se necesitaba para el trabajo del día, y se dirigía a la Iglesia del pueblo (por caminos unas veces llenos de nieve o de barro y otras muy polvorientos y calurosos), para celebrar la Eucaristía; oye una voz que le dice “A ti te las confío, cuida de ellas, son mis hijas”, por eso lo que más le importaba son las niñas, lo que más desea que sean buenas personas que ayuden a los demás.